El otro día.
El
otro día te ví. Y como siempre, sentí ganas de correr en dirección
contraria. Pero me quedé ahí. Hoy era diferente, era uno de esos
días en los que no tengo barreras para nadie y entonces, me quedo. Y
observo. Cada rasgo físico, que me cuesta reconocer. Cada
movimiento. Cada lágrima que cae por tu rostro. “Sabes quién es.
La conoces bastante bien, años y años atrás. ¿Qué os pasó?”
Me pregunto. Pero no encuentro una respuesta, no la hay. Un día
dejamos de estar de acuerdo y nuestros caminos se separaron. Aunque
entre nosotras nunca se rompió todo. Porque cuánto más tirábamos
las dos, más dolía. Pero ninguna se daba cuenta, dicen que nunca
nadie es suficientemente importante para condicionar tu vida. Aunque
a veces, quién sabe. Quizá no miramos hacia el mismo sitio. Pero
ese día me apetecía mirar para ese sitio, y abrazarte. Pero no
pude. Éramos y somos demasiado abstractas como para poder
abrazarnos. Pero por primera vez en mucho tiempo sentí que las dos
estábamos ahí, mirándonos. Queriéndonos. Y me prometí que esta
vez sería la definitiva. Que tenía que aceptar que eras parte de
mí, de mi vida. Para siempre. Y el otro día tras años de mirar no
sólo miré sino que me
ví en
el espejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario